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"Nuevo Orden Mundial"


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miércoles, 20 de noviembre de 2013

"Nuevo Orden Mundial" en España: 20N (1936+1975), Democracia Prostituida, Régimen Partitocrático y Fraude a la Libertad (1127)



Una proyección política
Blas Piñar
Fundador de Fuerza Nueva, escritor, político y notario
(9/11/13) 

La coyuntura anual del 20 de Noviembre, que nos hace fijar la mirada en esos dos grandes arquetipos de nuestra historia última, José Antonio y Franco, nos moviliza y empuja -y aquí está, a mi juicio, lo que importa sobremanera- a hacer una reflexión profunda -en evitación de lugares comunes- y a asumir las responsabilidades que el drama de nuestro tiempo exige. A tal fin, y por lo que a la reflexión afecta, conviene proyectarla sobre lo que se viene llamado nuevo orden mundial, la prostitución de la democracia, el régimen de partidos y el falso concepto de la libertad.

El Nuevo Orden mundial

A tenor de lo que vemos podría definirse como desorden a escala universal, y obedece a la crisis absoluta de los dos grandes sistemas políticos y económicos que nacen de un falso humanismo, el de Juan Jacobo Rousseau y el de Carlos Marx. Podría parecer, a primera vista, que hay entre ambos un enfrentamiento incontenible. Pero no es así. El enfrentamiento entre el liberalismo y el socialismo es un enfrentamiento de poderes, pero no de raíz. El capitalismo salvaje y el colectivismo comunista son, tan sólo, variantes de un materialismo idéntico, que les ha hecho entenderse desde la época de Lenin a la época de Gorbachov. De ahí, que en la última contienda mundial fueran camaradas entrañables Rossevelt, Churchill y Stalin, y de ahí que en una guerra que destruyó a una gran parte de Europa, las grandes potencias, liberales en política y capitalistas en economía, que decían luchar por Polonia y la democracia, entregaran sin escrúpulos a la brutal tiranía socialista a Polonia y a los países orientales del continente.

La caída del muro de Berlín y del telón de acero, como fronteras del horror, y el desplome de los regímenes comunistas, no ha sido fruto de una victoria del liberalismo capitalista. La caída y el desplome han sido la consecuencia lógica de la descomposición interna de unas estructuras que habían llevado a los pueblos sometidos al hambre y a la esclavitud.

El enfrentamiento a que aludíamos era más bien un apoyo mutuo, un modo hábil y práctico de continuar en pie los muros llenos de fisuras de los dos bloques, apoyados en las arenas movedizas del materialismo paganizante y del inmanentismo que rechaza lo trascendente. Sin principios sanos y sin valores serios, el liberalismo y el socialismo se debaten hoy en el magma viscoso de la confusión de las ideas y de la corrupción moral que los ahoga.

La exportación a los antiguos países soviéticos de la concepción liberal capitalista no consigue otra cosa que extender y universalizar la confusión y la corrupción, porque ni la libertad sexual, ni el consumo de droga, ni las contorsiones simiescas o los decibelios ensordecedores del baile y de la música rock, pueden producir el rearme moral y económico que en aquellos países es tan necesario como urgente.

Este nuevo orden mundial, patrocinado y puesto en marcha por las voces ejecutivas que todos conocemos, nos ofrece la inquietante contemplación de la pasada guerra del Golfo Pérsico, con su alarde castrense, por contraste con la pasividad cómplice en la guerra de los Balcanes; el aumento del terrorismo islámico; la prolongación de las tensiones en Oriente medio; y la violación escandalosa del Derecho internacional público.

La prostitución de la democracia

En el régimen político perfecto que propone Santo Tomás se conjugan la democracia, la aristocracia y la monarquía. Cuando esta conjugación se rompe porque quiebra la unidad del poder en la monarquía y se prescinde de la aristocracia del prestigio y de la cultura, subordinando todo a la cuantificación democrática del número, la sociedad se depaupera y esquilma. Pero hay más, toda vez que rota la unidad del poder con la famosa trilogía, el equilibrio teórico de poderes se transforma en la práctica en pugna por acumularlos y ejercerlos. A la vista tenemos un poder legislativo que nombra el jefe del Gobierno y a los vocales del Consejo Judicial; un ejecutivo que prescinde de las Cámaras y gobierna por decreto-ley; y unos jueces, como ha ocurrido en Italia, y parece que comienza a ocurrir en España, que procesan a los diputados y a los ministros.

El régimen de partidos

El principio democrático de que habla Santo Tomás, desgajado de la conjugación política, luego de eliminar a la auténtica monarquía y a la verdadera aristocracia, se convierte en dictadura democrática liberal, en la que los partidos constituyen el eje del Sistema, por ser los únicos cauces de representación del pluralismo ideológico.

Pero la experiencia ha demostrado y demuestra que el esquema doctrinario que se elaboró en un gabinete, nada tiene que ver con la realidad. Y vamos a comprobado.

Los partidos son máquinas electorales fabricadas para la conquista del voto a cualquier precio. Si los votos consiguen el poder y los votos se consiguen con dinero, cualquier tipo de financiación vale: la que se obtiene de los presupuestos del Estado, sin respeto a la conciencia y al bolsillo del contribuyente, la que se recibe del exterior, y la que se obtiene por vía deshonesta.

Los partidos cambian medularmente, al transformarse de núcleos ideológicos en centros de interés. De Pablo Iglesias a Felipe González media un abismo. De José María Gil Robles a José María Aznar otro mayor. Pablo Iglesias no habría afirmado nunca que el capitalismo es el menos malo de los sistemas económicos, y José María Gil Robles no habría jamás afirmado que mantendría vigente la ley del aborto.

Los partidos, que no suelen obtener mayoría absoluta, han de acudir sistemáticamente al pacto para gobernar, y por ello, y para ello, abdican de lo que sea preciso. El socialismo español, por ejemplo, pacta con la derecha conservadora separatista, y viceversa.

Los partidos, que dicen representar al pueblo, y de un modo especial sus cuadros dirigentes, cuando tienen en sus manos los resortes del poder, olvidan a ese pueblo y se ponen al servicio de las fuerzas internacionales o de los grupos de presión, como ocurrió en su día con la entrada sin cautelas en el Mercado Común Europeo, que cierra nuestros altos hornos, nos sanciona por la producción de leche, nos tiene con las manos atadas para negociar los tratados de pesca y nos exige que arranquemos las vides y los olivos, piezas claves de la riqueza nacional.

Los partidos son entes artificiales, y en ocasiones “contra natura”. Su desprestigio lo ponen de relieve la abstención mayoritaria en los comicios y la oleada de indignación que los barre, como sucedió con la democracia cristiana en Italia.

El fraude de la libertad

La libertad, hemos dicho más de una vez, tiene carácter instrumental; es un medio, por el que debe lucharse, pero no es un fin al que se deba idolatrar.

El gran escritor argentino Nimio de Anquín decía con acierto que Dios ha dado al hombre el don de la libertad, para que, en el orden teológico pueda salvarse, en el orden moral sea virtuoso y en el orden político, a través del Estado, sirva al bien común. Cuando el hombre, haciendo uso de su libertad como medio, no persigue las metas apuntadas, sustituye la salvación por la condenación, la virtud por el pecado y el bien común por el egoísmo personal o de grupo.

Si este concepto sano de la libertad, que coincide con la libertad de los hijos de Dios de que hablaba San Pablo, no sirve de guía orientadora, es decir, si la libertad se concibe como un fin, como un absoluto, que ha de girar al modo de la veleta que mueven los vendavales de la pasión o del capricho, el hombre enloquece y la sociedad se desordena. La libertad, en ese caso, deja de serio, tal y como ocurre en las democracias liberales, que son más bien democracias liberticidas.

Hecha la reflexión, proyectada, como decíamos, sobre el nuevo orden mundial, la prostitución de la democracia, el régimen de partidos y el fraude de la libertad, hemos de ocupamos de las conclusiones, en las que se incluyen las responsabilidades y también los propósitos. Aquéllos y éstos han de adoptarse, en nuestra condición de españoles, y a la luz del magisterio de José Antonio y de Franco. Para mí, las voces preventivas, por lo que tienen de proféticas, han de ser escuchadas con respeto. Cuando José Antonio anunciaba la invasión de los bárbaros y criticaba la resignación de los cobardes, o cuando el Caudillo quería ponemos en estado de alerta contra los enemigos de la civilización, denunciaban cuanto ha sucedido y está sucediendo en los capítulos de la Historia en que desempeñaron un papel protagonista.

Pero no basta la denuncia profética, hace falta una mística, y con ella la dotación doctrinal y la fortaleza necesarias para alistarse y continuar en la empresa.

A esta dotación doctrinal del Sistema político perfilado por José Antonio y edificado por el Caudillo, corresponden, como piezas esenciales, la noción del hombre y la contemplación de la sociedad.

Por encima del hombre liberal -hombre ciudadano- y del hombre marxista -hombre productor- ellos estimaron al hombre como portador de valores eternos, capaz de salvarse o condenarse por toda una eternidad.

Por lo que a la sociedad respecta, para José Antonio y para Franco la masa no puede identificarse con el pueblo. Aquélla es un aglomerado sin personalidad, frágil e irresponsable. Ésta es un todo orgánico, diferenciado, estructurado, en el que las instituciones naturales básicas, como la familia, el municipio y los grupos profesionales canalizan la representación popular y se constituyen en colaboradoras esenciales e imprescindibles del quehacer político.

Pero la noción del hombre y la contemplación de la sociedad que acabamos de exponer, no fueron recetados fríamente, con la asepsia de un diagnóstico médico o de un dictamen jurídico. La receta tuvo la animación de la poesía y del canto, como es propio de las grandes empresas humanas comprometidas con la Historia. A la poesía que destruye su opuso la poesía que promete, y a la Marsellesa liberal y a la Internacional comunista, el Cara al Sol del nacional-sindicalismo.

Mística, dotación doctrinal y voluntades de acero en la hora difícil de la sangre y en la hora pacífica del trabajo. El fusilamiento de José Antonio en Alicante y la muerte de Franco, en Madrid, en una clínica de la seguridad social, por él creada, después de una larga y fructífera tarea de gobierno, explican la razón de ser de una etapa de la vida española en la que se superaron las heridas de la guerra, la reconciliación nacional fue lograda, se industrializó el país, se remozó la agricultura, se terminó con el paro y el analfabestismo, surgió una clase media ejemplar, y adquirimos ante el mundo el prestigio que obligó a los embajadores a regresar a España, después de un bloqueo político y económico injusto.

Ahí está la clave de la restauración nacional, como está la clave del orden nuevo, tan distinto del nuevo orden mundial del que somos testigos y víctimas a un tiempo.

Recuperar los principios, los valores y las constantes históricas que han configurado a España y que la identifican como nación, ha de ser el magno propósito de esta jornada. Si los tecnócratas enfriaron la política, si el socialismo ha enfriado la economía, si el secularismo ha enfriado la conciencia, si estamos a punto de morir colectivamente por congelación, ateridos por exceso de frigorías, no hay otro remedio que caldear los corazones y poner en las almas un fuego contagioso que sacuda el cansancio o la dispersión de los buenos, que despierte a los adormilados, que ilumine a los ciegos del mal menor, que margine, en fin, a aquellos “asesinos de España”, de que habló Mauricio Karl, que nos han condenado, como quería Cromwell, al exterminio.

Más que nunca ha llegado el momento de comprometerse a sacar la nación del abismo, a hacer del “Arriba España” no sólo un grito que se esfuma, sino una consigna que se cumple.
Blas Piñar